AMLO como pretexto

14 Sep

Andrés Manuel López Obrador ya es un personaje histórico. No hablo necesariamente de la historia oficial que casi siempre se escribe con dinero o con intereses, sino del relato que efectivamente mueve el destino de lo que llamamos Nación. Es decir, su trayectoria transcurre en paralelo a la toma de conciencia política del mexicano del siglo 21. No exagero. A todos nos ha obligado a discutir, a dudar y, en muchos afortunados casos, a recular en opiniones replicadas a fuerza de publicidad.

Al renunciar al PRD y al declarar el domingo pasado que seguirá los años que sean necesarios en la lucha que él identifica como legítima y moral, está surcando las páginas de nuestra historia. El suyo es un mensaje de perseverancia y de consistencia discursiva. No se trata de ganar la Presidencia ni de llegar al poder. Ésos son falsos atajos. Se trata de aprender en el camino, de madurar, de pararse frente a la complejidad para quitarse el sombrero.

Sé que todavía en Monterrey AMLO es sinónimo de caos, pero esto tiene mucho que ver con la fe ciega que el regiomontano promedio sigue profesando a sus tradicionales líderes de opinión a quienes hoy la misma realidad desenmascara como frívolos. Siempre lo han sido, pero antes las cosas parecían marchar tan bien que era de ociosos cuestionar al status quo. Hoy es de ociosos simplificar lo que a todas luces es complejo: estamos de bruces frente al espejo. El nuestro es un problema cultural.

Llama la atención que la personalidad de AMLO incomode especialmente a los regiomontanos. La seguridad que demuestra en su discurso nos parece desafiante, y su independencia altera nuestros nervios. Aunque nos cueste aceptarlo, preferimos a políticos negligentes, subordinados al poder económico, que un día digan una tontería y mañana también. Habla muy mal de los regiomontanos la camarilla que dejamos en el poder por la vía electoral. Tenemos un serio problema cultural: siendo muy trabajadores somos flojos para cuestionar.

Qué sentido tiene hablar de AMLO cuando ya las elecciones pasaron, el fraude casi se consuma, y los crímenes han vuelto a la normalidad, me preguntarán. En tiempos preelectorales es difícil escucharnos entre ciudadanos sin que medie un velo de sospecha. Ahora, a toro pasado, es más fácil invitar a la reflexión. El panorama político de los próximos tres años en Nuevo León es desolador. Los cauces institucionales están cerrados para procurar el nuevo pacto social que precisamos.

Hablo de AMLO porque él está tomando su lugar en el futuro próximo. Y nosotros debemos hacer lo propio. Él sigue apostando a lo que existe; quiere seguir en la política institucional, sigue creyendo en la vía electoral. Nosotros podemos imaginar nuevos caminos. Podemos inventar lo que aún no existe.

No me uniré a los coros que glorifican a la «ciudadanía» como la última promesa democrática. Comienzo a sospechar que el discurso que exalta virtudes sociales que nunca hemos cultivado será nuestro próximo fracaso político. A los políticos les conviene que mordamos este anzuelo que se llama «el tiempo de la ciudadanía», para así entregarnos la papa caliente mientras ellos siguen saqueando la casa por la puerta trasera.

Sin embargo, sí me adhiero al grupo de personas que, advirtiendo el desastre político, no están dispuestas a sacrificar su experiencia de vida. Esto es, comenzar a preguntarse cómo podríamos subsanar los vacíos que deja un sistema político y económico en agonía. ¿Qué nuevos saberes necesitamos aprender? ¿Qué dudas nos están asaltando? Lo peor que podría sucederle a la Ciudad es que sigamos pensando una respuesta sin ensayar posibilidades.

El asesinato de Hernán Belden es una tragedia, no cabe duda. Pero la desgracia se agudiza cuando frente a este crimen, los políticos se enfrascan en discusiones estúpidas. Me avergüenza que panistas y priistas no puedan distinguir entre politizar y «partidizar». La violencia es política en tanto es un asunto público, que a todos nos concierne. Acusarse los unos a los otros de «politizar» esta desgracia denota su trágica vulgaridad.

Adenda: no puedo cerrar este texto sin subrayar mi indignación por el último saqueo comprobado a TVNL. Necesitamos una televisión pública inteligente. Han dejado el puro cascarón. Viva el PRI.

ximenaperedo@gmail.com

2 respuestas to “AMLO como pretexto”

  1. Gerardo septiembre 14, 2012 a 8:06 pm #

    No escarmienta el regiomontano ante muchas calumnias que se han ido juntando cual bola de nieve que se precipita en franca picada.

    Como me llama la atención el caso de Alfonso Romo : radicalmente cambio de opinión sobre AMLO, se dio la oportunidad de escucharlo para encontrar un hombre y un discurso bastante convincentes, se dio tiempo de trascender sus propios prejuicios, lástima que la mayoría de los regios no.

  2. Enrique noviembre 14, 2012 a 10:07 pm #

    Dice usted de AMLO: «…La seguridad que demuestra en su discurso nos parece desafiante…»,.
    Nadie duda de la seguridad de su discurso, lo que ponemos en tela de juicio, es la coherencia, viabilidad o incluso sinceridad en sus ideas. Según recuerdo, desde que hace años contendió de manera chapucera para el gobierno del DF, sin ser elegible para el cargo, y ganarlo por una minúscula ventaja sin que nadie impugnara ni cerrara calles por ello, a muchos nos ha parecido un político voluble, ignorante y en ocasiones violento. Esto es más claro que el agua, y de ninguna manera nos hace incondicionales de ningún líder de opinión o fuerza política local. Los regiomontanos somos algo más complejos que un «cliché progre» descalificador que nos hace a todos bebedores de cerveza y comedores de carne asada.
    Felicidades por su blog.

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